Normalmente soy yo quien conduce el coche de vuelta a casa. Como ayer era copiloto, me dediqué a ver el paisaje. Vale, ya sé que curro en un polígono del sur de Madrid, que lo primero que veo al salir del polígono es el inmenso poblado chabolista que ostenta el récord en tamaño de la Unión Europea (hombre, para una vez que vamos a la vanguardia de Europa y ningún político se apunta el tanto). A continuación el centro de distribución de CLH, pero más allá... más allá estaba Madrid espléndida. El viento soplaba desde la noche anterior y estaba despejado sobre la ciudad. Unas cuantas nubes altas dejaban ver un hermoso azul, la sierra podía divisarse a lo lejos. Y el sol atravesaba una nube. Qué poético. Pero como normalmente vas pendiente de los cabrones que te cierran en el follón que se monta en la unión de la M-45 con la M-40 y la carretera de Extremadura, para qué distraerse. Así que disfruté del viaje.
A la noche seguí trabajando en Fall Weiss, una entrada de la Wikipedia, y descubriendo a Bonache. Le encontré soltando burradas en yonkis.com y me reí de sus ocurrencias con las gaviotas en su blog.
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