El humorista gráfico ha de tener una mente fundamentalmente sanguinaria, ser capaz de pensar con el peor gusto posible y no respetar vacas sagradas. Creo que esa era la frase de uno de los autores que Ross citaba en su "El humor gráfico: cómo hacerlo y cómo venderlo" publicado por Hermann Blume allá por los 90. Uno lee esa frase, mira los trabajos del maestro Quino y dice: naaaah. Perdonad que le llame maestro, ésto casi es como la Orden de los Jedi. Maestros son Quino, Ibáñez, Cesc, Mena, Mingote, Forges, Watterson... los grandes, así a bote pronto (se me olvidan muchos, muchísimo, pero son los primeros que me vienen a la cabeza). No es que se ganen la vida con ello, es que son únicos, e irrepetibles. Que a uno le gusten o no es otra cosa. Charles M. Schultz nunca me llamó la atención, pero a muchos sí. Vale sí, tengo una figurita de Snoopy. Lo admito.
Pero yo soy más indulgente. Creo que un humorista -gráfico o no- es alguien observador, perfectamente conocedor del género humano. Más cerca del filósofo que del histrión. Roberto Begnini es uno de esos humoristas. Su película La Vida es Bella habla más de la condición humana de un humorista que todos los ensayos que cualquiera pueda escribir.
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